Esta es la descripción de un camino recurrente; antes no tan claro, no tan visible, quizá porque era algo que conocía entre líneas narrativas de la abuela. La plazuela Tarija no era mas que un espacio donde era sabido y acostumbrado el poder encontrar mujeres jornaleras. No tenía la expectativa ni la idea de que los espacios públicos fueran la expresión de la búsqueda de ciudadanía, "Como intento de representar espacialmente las democracias pero en el que también se daba cuenta de los diversos actores y las diversas formas de constituir la esfera pública que se disputaron espacio en la ciudad” (Low, 2009; Márquez, 2008; Segovia, 2007; Skewes, 2005).
No necesitaba comprender por qué no existían bancas hasta que necesité esperar en ella. Esperar se hace más largo cuando se está parada, así que, automáticamente busqué las escalinatas de las casas alrededor, busque algún bordillo más alto. Observé a las señoras que mi abuela solía contratar para lavar ropa (quizás eran sus hijas) -no es tan diferente a la Plazuela del Reloj- me dije. Sólo que los roles y la ocupación sí que lo son.
Me obligué a quedarme más tiempo, me obligué a volver otro día, supe que el tiempo transcurre más lento, supe que no interesa si hay bancas cuando no buscas quedarte, pero ¿Qué pasa con las mujeres que esperan todo el día? ¿Qué pasaría si ya no están ahí? ¿Qué pasaría sí trasladamos su escenario?
¿Cómo sabía mi abuela que sea el día que sea, la hora que sea, encontraría a María sentada en el bordillo de esa jardinera? Esto si me lo preguntaba. No entendía que ese rol marcaba un espacio atemporal donde las singulares diferencias y ritos son inherentes al comportamiento humano, y que este comportamiento determina la ocupación que se transmite de generación en generación.
Pienso en el espacio público, como refugio en periodos de festejo, convulsión y necesidad, lo pienso como un motor; como un filtro que equilibra las relaciones sociales, lo pienso ocupado, discutido, reclamado y a veces olvidado y transgredido.
Pienso en la Plazuela Tarija, pienso en esta práctica habitual, en la relación de la ciudad y en una simbiosis donde se fundan las necesidades colectivas. Es decir, este reconocimiento colectivo de conquista: como derecho asumido y consolidado. Sin embargo, este carácter y necesidad colectivo geográficamente compartido ¿Es igualmente correspondido en la visión de la ocupación del espacio?, es decir, ¿Quién espera tiene la misma comodidad de quien busca?
¿Es posible determinar aquellos parámetros materiales e inmateriales del espacio público capaces de acotar su potencialidad de ser ocupados?, ¿marca la transversalidad temporal y geográfica una singularidad a la hora de transformar esos espacios? (Navarro. De P. Javier, Navas. C Daniel y Pérez C. María. 2021)
Estas experiencias nos hablan del modo específico del hábitat y construcción del espacio público, de las respuestas al desarrollo de la vida urbana; fuente que nutre de ideas y de soluciones (partiendo desde la idealización con la que suelo imaginar estos espacios, claro) Pero si puedo ser un poco más crítica al respecto, diría que espacios como este, son el reflejo de la exclusión y segregación, donde el anonimato es altamente adoptado para no tener que lidiar con la incomodidad de atender estos espacios, de hacerse cargo no sólo de una diversidad de formas de SER en el espacio público, sino de la forma relacional que se establece entre ellas, esto es de nuevas fórmulas espaciales y concepciones del espacio urbano que entienden el “interés público” (Löw, 2015)
En esta perspectiva, es claro que no hay un interés publico colectivo, diverso y mucho menos inclusivo. Seguimos bajo la lógica colonial y patriarcal de lectura del espacio; donde la comprensión de acción de las dinámicas, siempre es homogénea y privilegiada para muy pocos.
Este análisis de interseccionalidad, de interpretación de los procesos urbanos desde las relaciones, género y etnicidad, no es sólo un discurso romántico, es un reclamo por las condiciones humanas de quien ocupa el espacio.
El espacio urbano es un hábitat que se despliega en la tensión morfológica entre construir límites espaciales y producir continuidades espaciales: un habitar en tensión entre umbrales de lo común y heterotopías (Stavrides, 2016a, 2016b, 2017).
Comments